23.4.10

la lava y las araucarias.

Otro día, Víctor, mi rentero en Concepción, me contó la historia de la lava y las araucarias, una especie de árbol que crece apenas cada año, considerada un fósil viviente de la edad mesozoica, y cuyos imponentes especímenes más imponentes de hasta ochenta metros, dan nombre a la región chilena de la Araucanía. Me dijo que un volcán había lanzado la cantidad de magma más grande registrada en la historia moderna –aunque yo particularmente siempre dudo de este tipo de datos de calaña turístico-mercadológica-, en fin, que los ríos de lava que había expulsado se calculaban de tres kilómetros de ancho, cientos de kilómetros de largo y unos treinta metros de profundidad. En uno de sus viajes al sur de chile, pudo visitar la zona de piedra volcánica. Aunque su elocuencia no es magnífica, se compensa perfectamente con el brillo de sus ojos cuando cuenta algo así. Él y su mujer caminaron por esa zona negra, de azufre y muerte. Una zona de nada donde antes el verde golpeaba. Una zona estéril donde la vida fue abundante. De pronto, a lo lejos, le pareció ver unos especímenes de araucarias, y se acercó. Le pareció curioso que aquellas decenas de pequeños arbolitos se hubiesen abierto paso en medio de aquel lago pétreo, que las semillas hayan encontrado su camino entre las grietas de la tierra y ahí, donde nada parecía poder vivir, esos pequeños ejemplares se abrieran paso ufanamente hacia la vida. En alguno de ellos se detuvo y empezó a escarbar para encontrar sus raíces. Nunca las encontró. Fue al más próximo e hizo lo mismo. De pronto entendió: ese bosque de pequeñas araucarias, no era sino el bosque ancestral, cubierto de lava, y las araucarias enanas, las copas de los majestuosos árboles, centenarios, primitivos, hundidos para siempre bajo la negra piedra volcánica. No era la vida abriéndose caminos, era la vida aferrándose a dejar una huella en medio del negro con que llega la muerte. No eran nuevos árboles creciendo milagrosamente, eran los viejos negándose a morir sin dejar testimonio de su antiquísima grandeza. Qué va. Tal vez sea lo mismo.

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