9.7.09

apagar el incendio

Una pequeña gota de sudor por fin salva tu mejilla, se deposita en la comisura derecha de tus labios. No percibes el sabor a sal. Hay aroma a papel quemado por todos lados. De pronto el calor por fin hace que te despiertes. Tu cuarto está en llamas. El fuego obstruye la puerta. Te pones de pie, tomas una almohada y rompes el vidrio de la ventana al lado derecho de tu cama. Sin problema alguno, sales. La ventana da a un patio: en el patio hay un grifo. Bajo el grifo dos baldes: uno lleno de agua, otro vacío. Empiezas a apagar el incendio.

Una pequeña gota de sudor por fin salva tu mejilla, se deposita en la comisura derecha de tus labios. No pruebas la sal. Huele a papel quemado. Esta vez no despiertas, estás demasiado ocupado apagando el incendio.

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