10.7.09

ausente

Inspirado en el cuento Caricias de Felipe Garrido

Será hoy. Tendrá que ser hoy o no será. Tantos años esperando este momento. Cuántas mujeres. Cuántas es, digamos, sólo un decir, que en realidad, piensa él, todas son una, o más bien, ella ha sido todas, con un nombre distinto, con un momento distinto, con otros apellidos, con otra clase social, pero así es la vida, todo se repite de pronto, y ella, justamente ella será la misma; tantos años buscándola sólo se justifican de esa forma, siendo ella la misma, ella y no otra. Nunca. Será hoy, piensa y se lo repite. Y por qué antes no. Cómo saberlo. Cómo explicar que nunca, se llame como se llame, viva donde viva, haya tomado por fin la decisión de comprometerse como él. Para siempre. Tendrá que ser hoy, no sabe por qué. Tampoco entiende por qué se lo repite con tal convicción cuando hace tanto tiempo que es hoy, que debe ser hoy, tanto que hoy no tiene nada de importante. Podría ser un año más, o diez años con diez días, cómo saberlo, cómo, cuando hace tanto… la luna de hoy le parece tan familiar. A veces con un nombre, a veces con otro, a veces a medias, a veces llena, como las mujeres. Pero la misma. Siempre. Ninguna metáfora tan precisa como la noche, como la luna. Porque el sol es el mismo siempre. Y hace cuanto que él no, aunque tal vez nadie, se detiene a ver el sol de pronto. Y tal vez el sol es más como él. Pero la luna cambia aun siendo la misma, como ella. Será hoy, sigue pensando. Será hoy que volverá a preguntarle si desea seguirlo o no. Si desea gastar con él noche tras noche. Un eclipse constante. Pero siempre está ausente. Hoy sigue ausente. Y no sabe si ella desee ausentarse. Abandonarse a este abandono del amor eterno. Por que muchos se comprometen hasta la muerte. Pero esto deberá ser necesariamente distinto: para la vida, para la muerte y para siempre. Porque el amor, piensa, no es vivir con alguien toda la vida. Es morirse en alguien. Ausentarse para siempre. Y piensa en sus ojos. Sólo sus ojos para verse. Deberá acariciarla con más tiempo. Lento, muy lento, que sabe bien que tiempo tiene de sobra. Deberá ganar terreno, no sabe cómo pero ganar centímetros poco a poco. Susurrarle algo en el oído. Prometerle que siempre. Ir a su cuello. Y pensar que nunca más le verá la espalda y los pechos a un solo tiempo. Nunca más su pasatiempo favorito: ponerse a sus espaldas mientras ella está frente al espejo, y así verla toda de una vez. Si ella hoy acepta, deberá también estar ausente. Ausente del día, de la muerte, del espejo.

1 comentario:

  1. Anónimo20.7.09

    Muy buena adaptación, me agrada la metáfora también y comparto la idea de unificación, ya explicada magistralmente en tu texto. Supongo que así es como se debieran percibir los matices del amor, pero cada individuo es un mundo y construye sus propias nociones.

    Espero mi pequeña aportación contribuya a enriquecer tu obra y sirva como punto de partida para más comentarios hacia la misma.

    Suerte en tus demás proyectos y mis mejores deseos :D

    Sinceramente:
    Diana D.

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